20.12.09

ROSARIO SIEMPRE ESTUVO CERCA


Viajé a Rosario hace un mes, aproximadamente.

Desde que abordé –sola- el colectivo me sentí como en un sueño, lleno de niebla, fuera de mí.

Llegué a destino a la hora estipulada, con una humedad palpable desde que puse mi primer pie en la ciudad. Sol, gente bulliciosa yendo por los andenes.

Tomé un taxi hasta el centro –mochilita, cámara al hombro-, buscando alojamiento, detalle importante pero que curiosamente, no me afectaba.

El centro, las peatonales, negocios, autos, como todas las ciudades en todo el mundo. Sin embargo era Rosario. ROSARIO, tan lejos. Me dejé maravillar. Por los edificios antiguos, sus decoraciones exquisitas, delicadas, las callecitas empinadas, los adoquines, tan europeos, ese olorcito a antiguo, a historia, historias...

Me acomodé en un hostel semiescondido en la avenida Pellegrini, me acomodaron en una cuarto con 6 camas, sola: me sentía invitada a cualquier casa. El baño enteramente para mi, para duchas gratificantes por el calor. Calor. Calor que no me permitió extrañar mi ciudad,

Conocí a mis anfitriones, los novios, la feliz pareja, mis amigos virtuales, aquellos que un día se cruzaron (vía comment) en mi blog (cuando este blog tenía comments) y ahora, años después, daban EL paso en su relación.

Por fin nos veíamos las caras sin una pantalla de por medio!

Almorzamos y me llevaron a ver el río: una inmensa lengua plateada, con barcos y camalotes, eteeeeerno. Y el puente Victoria, a lo lejos, imponente, haciéndose desear (dije alguna vez que me gustan los puentes?)

Mi visita era breve, quería verlo todo ya. O lo posible. Me quedé en el Monumento a la Bandera, me subí a lo más alto a ver Rosario en su esplendor y renegar con los chiquitos de colegio que molestaban en todos lados.

Me empeciné en sacar fotos como cualquier turista. Caminé por la peatonal, la calle Córdoba derecho hasta el Boulevar Oroño y su fama merecida.

Las últimas fuerzas de la noche las usé para comer unas ricas empanadas con aceitunas (aceitunas!), en compañía de gente adorable, llena de energía, preciosa por su calidez.

El día de la boda la humedad seguía persiguiéndonos, junto con nubes de tormenta. De nuevo, fotos, los novios, el SI, QUIERO, lagrimitas de madres, felicidad, la recepción con mariachis incluidos. Las copas en alto y sean felices!

El cielo negro y un arco iris me acompañaron un largo tramo en el viaje de vuelta. Agotada y feliz, colmada de sensaciones pensando que bueno es dejarse seducir por el río.


Gracias Victorio, gracias Ernesto por el hermoso viaje!





1 comentario:

amaliovilla dijo...

oh! rosario es tan fermoso...

pero antes que nada: felicidades a los novios! (bueno, a los recién casados). increíble ser ajeno espectador de cosas tan importantes, la verdad que el tiempo pasa y la vida acomoda las piezas como deben ser (como quieren ser).

rosario es mágico. oh! rosario es tan fermoso...