21.4.14

HISTORIA DE IBUPROFENOS

Fue en esa tarde, ya fresca porque era la mitad de junio, cuando decidí terminar con todo. Las palabras me habia pesado demasiado y las habia dejado caer como un bulto irregular que me lastimaba la espalda con sus filos. 

El día era normal, con sus insignificancias salvadoras en rutina y tedio. Un discreto desayuno con dos tazas de café y un ibuprofeno. Almuerzo detrás del escritorio. Media sonrisa entre los papeles que bailaban en mis manos. 
Por momentos una canción o una bocina me despertaban y los pensamientos volvían a enroscarse en mi estómago, clavando los colmillos llenos de veneno. 

*pasar canción* 

*cerrar ventana* 

*apagar las luces* 

Como dije, la tarde era fresca y mis dedos jugueteaban con los boletos viejos del bolsillo de la campera. En la farmacia pedí más ibuprofenos, los asesinos del dolor. 

Al lado de la puerta está un viejo sentado, con un carrito lleno de bolsas, aferrado a su bastón mientras su cuerpo se mueve inconexo y su mirada parece perderse en cada movimiento. 
Son 37 pesos, le dice el vendedor y el viejo le estira un botecito plástico transparente lleno de monedas y billetes apretujados. El vendedor vacila pero lo toma, lo abre y empieza a sacar cada billete mientras cuenta. El viejo no deja de moverse -¿hace cuánto que no podrá parar?-, lo miro impúdica como los chicos fascinados por lo extraño, hasta que nuestras miradas se encuentran, por voluntad o por casualidad. 

Pago mis remedios a un chico de voz muy grave, con un reloj pulsera demasiado grande. Salgo a la calle que está sucia y bulliciosa; un muchacho sonriente toca una pandereta sin ritmo pero con muchas ganas, fuera de este mundo, quién sabe en cual. El golpeteo histérico me acompaña hasta la esquina y ahi me doy cuenta, no podemos ser todos héroes, este es el momento de capitular. 


7.4.14

EL FANTASMA

Detrás del espejo
habia una figura
un hombre un personaje una sombra.
Vivió alli escondido
hasta que fue el tiempo
para salir
y destrozar
cualquier cristal reflejo luz
que pudiera existir
entre él y yo.

No seré eso que querés
ni podrás ser otro,
solo un fantasma
y te pediría
así
humilde
sin resquemores
que no aceches mi casa
no la llenes de frío,
mi sangre es caliente
y nunca me gustaron esos sitios altos
donde tanto te gusta volar.

6.4.14

REMOLINO


No quiero presenciar 
La muerte de mis amigos 
No quiero sufrir la partida 
El desengaño 
El dolor 
No quiero padecer la soledad 
A menos que mi fiel copa de vino 
Me arrulle con su terciopelo 

Imagine setenta y seis formas 
De vivir mi días 
Y aquí estoy, encadenada 
A este pedazo de mentira 

No me sueltes  
No te vayas 
No quiero el páramo 
La ironía de tu ausencia 
Embarrada en mis pensamientos 
Sin que pueda matarte 
No quiero mis recuerdos en una pesadilla constante 

Mi existencia duerme 
A cortina cerrada 
A postigo clavado 
En el fondo de un arca 

De mi amigo, de mi roca 
De aquello que me prometiste 
Desaparezco 
De las palabras y los besos 
De calles en madrugada y los zaguanes 
Afuera del mundo 
De los universos 
De las galaxias y esquinas 

Si tuviese una noche 
Para chocar con tu pecho 
Elegiría correr desnuda 
Entre los árboles y el viento. 

4.4.14

SHORT DE LENTEJUELAS

Hugo no me dijo que sus amigas me arrastrarían a su casa ese sábado. Tampoco tuvo en cuenta que hacía frío y lloviznaba, además de ser feriado y sin colectivos. Juana y Olga (no son sus verdaderos nombres, pasa que no los recuerdo. Ni siquiera sé si me los dijeron o no les pregunté). Juana era rubia, hermoso cuerpo, firme en sus veintipocos y mucho delineador de ojos. Olga era corpulenta y llena de rulos, hablaba fuerte y era la que tenía porro. Las dos eran simpáticas y me hacían sentir de mil años. 

Llegamos a la casa de Hugo y habia gente saliendo por todas las habitaciones. Sentados en el piso, sobre colchones, fumando y tomando cerveza. Hugo me vio. Hola mi amor, me dijo mientras me abrazaba y me besaba. Se rió con Olga y Juana se perdió en algún recoveco.
Estuve diez minutos dando vueltas por el patio, tratando de encontrar un lugar para sentirme tranquila. Hugo tocaba la guitarra frente a un grupo de chicos y parecía haberse olvidado de mi o de lo que me había llevado hasta ahí. Suspiré buscando alguna salvación en el teléfono y vi la hora. 
Entré a despedirme, era un día importante para mis alumnos e iba a llegar tarde. El cielo se puso más gris y la lluvia cayó con más ganas. Hugo insistía en que no podía irme sola (él no podía dejar su casa y su fiesta) así que convocó a Juana y Olga, otra vez, para que sean mis acompañantes. 

Intenté negarme con una vehemencia sobrenatural pero las chicas necesitaban ir hasta centro también. Hay un chico que quiero ver hoy mismo, sentenció Juana mientras buscaba entre unos trapos desordenados. Sacó un short de lentejuelas, sucio. Se bajó ahí mismo su pollerita y se cambió. ¿No te da asco no saber de quién es esa ropa?, le pregunté. Ella se rió y contestó que le encantaba. A su chico también. Olga asintió abriendo su paraguas y nos encaminamos hacia la avenida. 
El aguacero crecía, mientras convertía las calles en ríos. En la esquina logramos ver el colectivo que llegaba y aunque le hicimos señas, aceleró y pasó de largo.

MIRAR A ALGUIEN

¿Le miraste la cara de alguien que te gusta mucho? ¿Cuando está distraido, conversando con otra gente y no tiene idea que es observado en cada gesto? 

Y si mirás fijo, podés sentir como el mundo se esfuma y así el tiempo, dejando el espacio sentirse como un segundo de minutos y los bordes de la realidad se redondean hasta dejarse al infinito. La sangre se detiene en las venas, flotando. 

Ahi ves las sonrisas sinceras, las pupilas que brillan y se opacan. Los sorbos al vaso, nerviosos, las manos un poco temblorosas. La forma en que enarca las cejas cuando siente un poco de vergüenza, como se moja los labios cuando ya quiere irse. 

Cada poro y contracción son inexactos a la vez que perfectos, la armonía única del rostro único que en ese momento había elegido mirar. 

(Schubert se escuchaba de fondo, brindando un paseo etéreo a golpes de piano. Dulzura, le dice el ebrio.) 

 En lo que observás ya no existe límite de lo desconocido y familiar. Abriste una puerta, dejando entrar una muerte más que en el futuro deberás llorar. 

Luego se da vuelta y te encuentra. 

Entonces algo se enciende y es aquella persona que decide convertirse para vos, a la que dedica muecas únicas y deliberadas para que no las olvides, para que adores. 

Dentro tuyo algo empieza a moverse, a ronronear luego de un chasquido. Ah, claro, pasa también: me mira y todo cambia, se transforma y me dedica una sonrisa.


3.4.14

CINCO MINUTOS


Denme 5 minutos frente a la heladera que voy a saber que hacer. Aún cuando la desazón haya tomado forma de limones mustios o tapers que prometen nuevos mundos en su interior. Crearé algún plato original con elementos dudosos que puedan llamarse exóticos, o quizás algún arroz hervido hace una semana sea un excelente acompañamiento para un huevo duro.

Denme 5 minutos frente a la página en blanco y seguro la voy a llenar de palabras de frustración, alegría o un simple recuento de cuantos colectivos tuve que correr ese día. No aspiro el Pullitzer nunca más ni tampoco a cervanteadas violentas. La idea es que las letras sigan teniendo sentido cuando las paso de mi cabeza a la hoja, y que sigan sosteniendo mi insanía latente.

Denme 5 minutos frente a un hombre que seguro voy a saber si esa sonrisa implica una hermosa amistad o la debacle de mi vida. La sonrisa, la forma en que brindamos y cómo dice mi nombre, todo ello tan breve y aún así, esos minutos han sido el preludio de tantas hermosas catástrofes.

Denme 5 minutos frente a un animal asustado que voy a arrastrarme hasta conseguir rescatarlo de laberintos oscuros y sucios, que voy a dejarme lastimar con sus zarpazos desesperados con tal de asegurarme que no esté perdido o hambriento, sufrir con su indiferencia y abrazarlo hasta que deje de temblar.

Que luego de 5 minutos ya no habrá vuelta atrás y una nueva compañía estará en mis piernas, mientras escribo estas palabras, maullando distraído.