28.12.09

GOODIES


El muchachito me dijo que estaba decepcionado por la conducta de ella.

(Tuve que preguntar, estás enamorado?)

No.

(Entonces?? Pregunté de nuevo)

Suspiró y miró hacia donde mira la gente que busca razones.


Aprenderá.

Él la creyó una buena chica.

Las chicas buenas no existen.

Los que las buscan (incansablemente) se enamoran de una idea.

No de ellas. Ellas son hermosas (perfectas) ideas.

Asi tan perfectas solo tienen un destino, ellas: la de fallar.

Las ideas no. Acaso no sabe que son impalpables, infalibles, increíbles? Y también muy tristes.


La mujer era mayor y hablaba casi sin respirar. Me dijo, uno se enamora de su propia ilusión, de lo que uno cree que es el otro y no de lo que verdaderamente es… (lo leyó en un libro, aclaró, ella leía mucho).

Ella estaba sola hace muchos años, me dijo. No importa, sonrió, al menos me queda mi sentido del humor.

Quise abrazarla fuerte.




20.12.09

ROSARIO SIEMPRE ESTUVO CERCA


Viajé a Rosario hace un mes, aproximadamente.

Desde que abordé –sola- el colectivo me sentí como en un sueño, lleno de niebla, fuera de mí.

Llegué a destino a la hora estipulada, con una humedad palpable desde que puse mi primer pie en la ciudad. Sol, gente bulliciosa yendo por los andenes.

Tomé un taxi hasta el centro –mochilita, cámara al hombro-, buscando alojamiento, detalle importante pero que curiosamente, no me afectaba.

El centro, las peatonales, negocios, autos, como todas las ciudades en todo el mundo. Sin embargo era Rosario. ROSARIO, tan lejos. Me dejé maravillar. Por los edificios antiguos, sus decoraciones exquisitas, delicadas, las callecitas empinadas, los adoquines, tan europeos, ese olorcito a antiguo, a historia, historias...

Me acomodé en un hostel semiescondido en la avenida Pellegrini, me acomodaron en una cuarto con 6 camas, sola: me sentía invitada a cualquier casa. El baño enteramente para mi, para duchas gratificantes por el calor. Calor. Calor que no me permitió extrañar mi ciudad,

Conocí a mis anfitriones, los novios, la feliz pareja, mis amigos virtuales, aquellos que un día se cruzaron (vía comment) en mi blog (cuando este blog tenía comments) y ahora, años después, daban EL paso en su relación.

Por fin nos veíamos las caras sin una pantalla de por medio!

Almorzamos y me llevaron a ver el río: una inmensa lengua plateada, con barcos y camalotes, eteeeeerno. Y el puente Victoria, a lo lejos, imponente, haciéndose desear (dije alguna vez que me gustan los puentes?)

Mi visita era breve, quería verlo todo ya. O lo posible. Me quedé en el Monumento a la Bandera, me subí a lo más alto a ver Rosario en su esplendor y renegar con los chiquitos de colegio que molestaban en todos lados.

Me empeciné en sacar fotos como cualquier turista. Caminé por la peatonal, la calle Córdoba derecho hasta el Boulevar Oroño y su fama merecida.

Las últimas fuerzas de la noche las usé para comer unas ricas empanadas con aceitunas (aceitunas!), en compañía de gente adorable, llena de energía, preciosa por su calidez.

El día de la boda la humedad seguía persiguiéndonos, junto con nubes de tormenta. De nuevo, fotos, los novios, el SI, QUIERO, lagrimitas de madres, felicidad, la recepción con mariachis incluidos. Las copas en alto y sean felices!

El cielo negro y un arco iris me acompañaron un largo tramo en el viaje de vuelta. Agotada y feliz, colmada de sensaciones pensando que bueno es dejarse seducir por el río.


Gracias Victorio, gracias Ernesto por el hermoso viaje!





6.12.09

HORSES IN HER DRESS


La primera vez que me fui, llovía. Tu cara de malhumor por las gotas incesantes me dio un poco de gracia. Nunca me besaste al decirme chau y te dejé mirándome mientras me mojaba los pies con el césped alto.

La segunda vez fue en invierno, el horrible –y amoroso- monstruo helado. Me abrazó con un terciopelo oscuro que se adhería a mi cara, a mis manos, al paraguas inútil, siempre inútil. Había baldosas flojas por doquier y me enojaba tener que bailar sin ganas por las veredas. Era miércoles o jueves, tal vez de noche.

La tercera vez, verano, en una tormenta caprichosa que decidió azotarme, el viento aplastándome y mis hombros desnudos temblando. Vi borrachos y mariposas y una chica con caballos en su vestido me empujó al pasar hacia la puerta. Pensé: que ridículo vestido para un final así.