2.7.08

EL SÍNDROME AVRIL LAVIGNE


Todos sabemos lo que le pasó a Avril L. : un día dejó de ser la adolescente “punk”, de actitud MeLlevoATodoElMundoPorDelante, ojos hiper delineados en negro y tachas por doquier, para ser una adolescente con pinta de malcriada, que usa brillitos y es rubia. Sin omitir, claro, que hasta se le animó al traje de porrista.

Por supuesto todos dijeron que se volvió más femenina, más sexy, como si usar pantalones y negar el fucsia como color decente para el pelo nos restara estrógenos.

Hoy leía el prólogo de un famoso blogger -hombre- al libro recién salido de otra famosa blogger -mujer-. En palabras elogiosas, quizás por empatía de colegas, describe el libro como algo que deberían leer los hombres (en secreto claro, para no provocar un golpe bajo a su masculinidad). Porque, por supuesto, agregar más estereotipos a los ya requetesabidos es algo que contribuye “gentilmente” a nuestra naturaleza femenina.

Este blog que ahora es libro -cuyo nombre empieza con B-, goza de excelente salud gracias al talento de su creadora. Esa mujer escribe muy bien, imposible negarlo, incluso en sus primeras épocas contaba con mi lectura obligada en cada nuevo posteo. Pero después cayó en el conocido clisé de muchas escritoras que escriben sobre mujeres: no saben escribir de otra cosa. Entonces exageran hasta lo inaudito.

Existe otro blog -famoso también- que cuenta las peripecias de una treinteañera que tiene una fecha límite para conseguir el amor de su vida o un accesorio masculino aceptable -todavía no se bien que es- para llevar a un casamiento. Con un talento indiscutido nos lleva por las amarguras, aciertos e inseguridades en esta búsqueda diaria entre calorías y pretendientes escurridizos. Entretenidísimo, irónico, bien escrito. Pero a medida que pasa el tiempo cayó en el conocido clisé de muchas escritoras que escriben sobre mujeres: no saben escribir de otra cosa. Entonces exageran hasta lo inaudito.

Cuál es el problema? (el mío, por supuesto)

No puede ser que ser escritora mujer tenga que ser un clisé. No entiendo por qué ser mujer tenga que significar ser un desbarajuste de personalidades molestas, de hormonas saltando de aquí para allá transfigurándose en odiosas interpretaciones de lo que muchas han luchado años para erradicar.

Quizás si el manto salvador del humor plagase estas ficciones sería más fácil -y oh dios! sería tan liberador!- entender porque estas mujeres deciden cometer un harakiri social y arrastrarnos a todas en él.

Y no lo digo por los hombres que leen a diario y asienten en sus cabezas la premisa de que todas las mujeres estamos locas, no. La opinión masculina no debiera ser un condicionante para nada -caramba, que es el 2008 ya-, en cambio, que miles de mujeres sigan aceptando ser etiquetadas y criticadas vorazmente sin otro asidero más que la crueldad me parece injusto.

Por la literatura también. Leo libros, leo blogs. La literatura femenina es otra cosa. Se puede escribir y ser mujer sin que lo segundo condicione lo primero. No es el “universo femenino” nuestro límite para la imaginación, las letras no tienen género. Aún las grandes escritoras que han descrito ese “universo” -como Jane Austen, Dorothy Parker-, fueron irónicas pero generosas y comprensivas a la vez.

Leo mujeres que escriben y trascienden el más allá de sus propios cuerpos y son geniales. Son impresionantes, son talentosas. Y por supuesto, no tienen miles de visitas diarias.

No necesitan manifestar sus ovarios en cada párrafo para lograr un reconocimiento, simplemente hacen lo que a la literatura mejor le queda: dejan volar su imaginación. Eso es lo que leo, lo que me gusta leer y a las que pretendo emular.

Es resto es Avril Lavigne.