11.1.12

ESCENA FINAL



Se viene el fin del mundo!!! grita Lili y se ríe a carcajadas. Lili está feliz y se le nota, en su risa, cuando escupe mientras habla alborotada, en esos intrincados aros que solo sus amigos hippies pueden hacerle.
Su felicidad es la del amor; la escucho hablar de Pedro aquí, Pedro allá, Pedro me abraza, Pedro me hace el amor, Pedro muere cada vez que imito a un marsupial. El mundo es Pedro, ella es Pedrícola
Es el vigésimo cuarto fin del mundo de este año, replico haciéndome la enojada, la gente quiere caos, destrucción, quiere ciudades aplastadas, terremotos, olas gigantes y asteroides… fin del mundo, pst! Doy un respingo. La gente quiere tragedia, excusas para animar sus rutinas y sacar el humanoide compasivo que cada vez lo tienen más enterrado.
He sido muy vehemente y la broma ya no tiene el mismo gusto. Laura , que estaba de oyente ocasional, parpadeó dos veces y dirigiéndose a Lilie pregunta: y qué hace tu novio?
Vuelta a empezar.
Pedro.
Pedrito.
Pedro es actor. Es genial. Imponente. Una voz de barítono armoniosa. Esta haciendo dos obras, es genialísimo (exagera).
Los ojos le brillan, la piel le brilla. Sus manos aletean dibujando a Pedro, arriba del escenario, vocalizando en el baño, probándose ropa, haciéndole el amor (otra vez). Puedo imaginar como su vulva brilla.

Intento dejar de pensar.

Y me invitó a cenar! La escucho. Vuelvo de mi espacio sideral y veo sus pupilas dilatadas y el parloteo de Laura sobre vestidos, pulsera y zapatos altos. Es como una cachetada.
Me invitó a cenar para festejar los tres meses juntos!
Me rindo. Intenté pensar en catástrofes ficticias y la naturaleza horrible de hombre, su voracidad egoísta, salvaje y muchas escenas del armaggedon. Imposible con el manojo de felicidad y rulos que se revuelve enfrente, que encuentra al violeta como un color horrible para un vestido de fiesta, según dice.

No se puede ser miserable delante del amor; sería morboso, sería como desear el fin del mundo solo para tener razón. Le comento: tengo un vestido justo para la ocasión, querés que te lo preste?

Vuelta a empezar.




10.1.12

LA MADRUGADA QUE ABANDONA



Me gusta la imperfección de lo que tenemos, ahora, entre las manos y entre los dedos, rodeando nuestras cinturas con las piernas que se resbalan y los centros, humedecidos, latiendo desesperados, enrojecidos, fulgurantes, a través de los poros.

Siento el dolor en mi espalda de una mano que me aprieta, se aferra sin piedad obligándome a quejarme, abrir mi boca y permitir a una lengua tibia entrar, desplegarse.
No puedo detenerme, ni pensar siquiera en una lista de excusas para estar en otro lugar, no tengo compromisos que ocupen mi agenda, no hay otros brazos que estén vacíos de mi cuerpo. En la ventana el sol se despereza con timidez recordando cuántas horas hemos estado recorriendo las sábanas, impávidos al tiempo, a las razones a los comentarios que están fuera de las sábanas, de ese pedacito de mundo destinado a rompernos mutuamente.
Es incompleto y es defectuoso. Es el escenario de una batalla sin valientes, solo muertos, no hay victoria que nos justifique la improvisación de nuestros ardores.

Corremos en un punto de existencia sin el temor a los ayeres y con el descaro de no importarnos el futuro. Osados. Es una perfecta síntesis del presente, que sucede se retuerce con una llama avivada por un baldazo de combustible, se levanta revienta de majestuosidad y luego muere para no ser recordada.

Me fascina en lo que nos convertimos, yendo lejos de los límites, explorando, temblando de placeres, caminando por un cable tenso entre dos edificios y esa vara que nos sostiene se esfuma tan pronto como el grito se acaba.

Es dolorosa la caída –como lo sospechamos-, esta envuelta en realidad y cicatrices y estamos cansados. Susurramos consuelos al oído y luego, vuelta cada uno a su soledad, completamente despedazados.



Foto: lastunicorn