Me gusta la
imperfección de lo que tenemos, ahora, entre las manos y entre los dedos,
rodeando nuestras cinturas con las piernas que se resbalan y los centros,
humedecidos, latiendo desesperados, enrojecidos, fulgurantes, a través de los
poros.
Siento el dolor
en mi espalda de una mano que me aprieta, se aferra sin piedad obligándome a
quejarme, abrir mi boca y permitir a una lengua tibia entrar, desplegarse.
No puedo
detenerme, ni pensar siquiera en una lista de excusas para estar en otro lugar,
no tengo compromisos que ocupen mi agenda, no hay otros brazos que estén vacíos
de mi cuerpo. En la ventana el sol se despereza con timidez recordando cuántas
horas hemos estado recorriendo las sábanas, impávidos al tiempo, a las razones
a los comentarios que están fuera de las sábanas, de ese pedacito de mundo
destinado a rompernos mutuamente.
Es
incompleto y es defectuoso. Es el escenario de una batalla sin valientes, solo
muertos, no hay victoria que nos justifique la improvisación de nuestros
ardores.
Corremos en
un punto de existencia sin el temor a los ayeres y con el descaro de no
importarnos el futuro. Osados. Es una perfecta síntesis del presente, que
sucede se retuerce con una llama avivada por un baldazo de combustible, se
levanta revienta de majestuosidad y luego muere para no ser recordada.
Me fascina
en lo que nos convertimos, yendo lejos de los límites, explorando, temblando de
placeres, caminando por un cable tenso entre dos edificios y esa vara que nos
sostiene se esfuma tan pronto como el grito se acaba.
Es dolorosa
la caída –como lo sospechamos-, esta envuelta en realidad y cicatrices y
estamos cansados. Susurramos consuelos al oído y luego, vuelta cada uno a su
soledad, completamente despedazados.
Foto: lastunicorn
1 comentario:
Un post bien sanguíneo, bien Aries. Yo, que vivo como escribo, me reconozco en tus palabras. Gracias por recordarme que tu espacio vive :-)
Y buen año!
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