¿Le miraste la cara de alguien que te gusta mucho? ¿Cuando está distraido, conversando con otra gente y no tiene idea que es observado en cada gesto?
Y si mirás fijo, podés sentir como el mundo se esfuma y así el tiempo, dejando el espacio sentirse como un segundo de minutos y los bordes de la realidad se redondean hasta dejarse al infinito. La sangre se detiene en las venas, flotando.
Ahi ves las sonrisas sinceras, las pupilas que brillan y se opacan. Los sorbos al vaso, nerviosos, las manos un poco temblorosas. La forma en que enarca las cejas cuando siente un poco de vergüenza, como se moja los labios cuando ya quiere irse.
Cada poro y contracción son inexactos a la vez que perfectos, la armonía única del rostro único que en ese momento había elegido mirar.
(Schubert se escuchaba de fondo, brindando un paseo etéreo a golpes de piano. Dulzura, le dice el ebrio.)
En lo que observás ya no existe límite de lo desconocido y familiar. Abriste una puerta, dejando entrar una muerte más que en el futuro deberás llorar.
Luego se da vuelta y te encuentra.
Entonces algo se enciende y es aquella persona que decide convertirse para vos, a la que dedica muecas únicas y deliberadas para que no las olvides, para que adores.
Dentro tuyo algo empieza a moverse, a ronronear luego de un chasquido. Ah, claro, pasa también: me mira y todo cambia, se transforma y me dedica una sonrisa.
2 comentarios:
"me mira y todo cambia, se transforma y me dedica una sonrisa"
Grossa!
s-AL-udos!
Charls.
Un placer leerla... como siempre...
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