Ella se veía, a través del vidrio, abrumada. Pesaba en su nuca una carga muerta, una levísima inclinación en su mirada, en su cabeza, en sus brazos y las manos, rojas del frío, abrazan la taza que humea.
Parece como si, en cualquier momento, se fuese a levantar, desesperada, salir corriendo a la calle, llorando, usando sus manos frías para calmar el estallido de su cara.
Suspira. Mira, husmeando el horizonte. Tiene el pecho inflado de aire que no se quiere ir. Es una hija del invierno, que le da excusas para esconderse detrás de bufandas y sobretodos, una armadura, sombreros hasta los ojos y guantes para sus manos.
Debe estar pensando en alguien que no llega. Que no va a llegar. Fue a calentarse, a resguardar su nariz del viento, a esperar una hora específica. No espera a nadie. Su cara es de resignación, de alguien que ya a escrito su final, que dijo palabras de despedida, que abrazó con fuerza para no olvidar el olor que despedía su piel, para recordarlo en todos los abrazos que vaya a dar de aquí en adelante, porque no serán de él.
Cuando veo que se le pierde la mirada en la muchedumbre ciega que pasa en las calles, sé que lo está recordando, en ese mismo instante seguramente imagina una preciosa fantasía, (hasta puedo ver que las comisuras le tiemblan en una pequeña sonrisa).
Se despierta, sacude la cabeza, se concentra en sus manos ahora tibias y la taza que ya no humea, en el bar ruidoso y la silla vacía delante suyo. Como dije, no espera a nadie. Levanta la mano, el mozo se acerca, le paga con el cambio justo y toma su bolso y su abrigo y sale. Quisiera correr, romper con un martillo esa realidad que le pesa, quiero despedazar, triturar los vidrios que le reflejan su figura solitaria, como una trampa, sola y sin salida. Luego mirarla a los ojos y verla ligera, una sonrisa y otro suspiro. Quiero seguirla por las calles frías de gente muerta hasta que me doy cuenta que la he perdido en ese cementerio palpitante.
2 comentarios:
Muy bueno...
Por un nomento vi a Penelópe del Nano en tus palabras...
Cuantas veces fuimos ella...
Por suerte casi simpre alguien se anima a rescatarnos...
BEsos.-
Corazón, corazón... lo que no falta es corazón. Eso es lo importante. No valen las resignaciones. Nunca. Valor a los martillos. A despedazar cargas. Y a mezclarse entre la gente con una sonrisa. Aunque esta se siga ocultando tras la bufanda...
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