3.10.08

HIPERESTESIA

Allí estaba en esa suerte de noche cortaziana, oliveiras moribundos, las magas ausentes, desde el fondo de la casa se sentía el golpeteo de un tambor que cumplía las veces de grifo roto, gotea quebrando la silenciosa penumbra.
Luego vi el sol.
Mi abuela me espera para hacer compras que yo sé serán sencillas. La llevo por los laberintos de tentaciones y nos reímos. La miro. Me pasa mirarla de cerca y encapsularla en mis retinas para que no se vaya.
Ese es un hermoso collar, querés que averigüe cuánto cuesta?, la tiento. Mientras, yo sé, hace cuentas pero es bellísimo, el collar, tan delicado como sus huesos que se hacen polvo. Y mi abuelo tiene miedo y lo imagino como un niño chiquito llorando en la soledad de una multitud desconocida. La convenzo y se lo compra. Yo sé, le quedará hermoso.
Sonrío y compartimos chismes de chucherías. Me río y se ríe. Mientras mi estómago no deja de retorcerse.
La vecina que encontramos en la parada del ómnibus me escruta y me pregunta lo mismo de siempre, bebés, bebés, cuándo, cuándo tendremos bebés? Mi abuela sonríe como nunca hasta ahora y no, ella me mira y sonríe y no quiere bebés, ella me mira y me ve y me siento desnuda. Me mira asintiendo y sonríe! Me ve! Me ve! Ella lo sabe, yo quiero tantas cosas y ella lo sabe y quisiera dármelas.
En el fondo de su sonrisa veo la despedida, me regala los silencios de todo lo que ya no vale la pena hablar, me mira y veo el orgullo que nunca creí merecer. La beso y huele como mis recuerdos.
Las noches en vela son narcóticas para mi. Me liberan y me desgarran las tantas pieles que me recubren, me devuelven mi sensibilidad y mi crudeza, hasta que finalmente puedo arrastrarme y volver a rasparme con el duro pavimento.
Pensé, muchas veces, que estaba inerte. Que los latidos de mi corazón eran una inercia vacía, que el mundo no me tocaba porque ya no pertenecía a él. Y miraba indiferente los giros a mi alrededor.
Cuando volví a mirar, seguía el sol en lo alto y la gente caminaba a mi alrededor encerrada en sus cajitas. Cada minuto que envejezco no es más que otro minuto en que el dolor crece, que me dijeron que no me llevo bien con los cambios… no quiero que cambie pero lo hará, la rueda me va a alcanzar y tal vez un latido me falle por su ausencia.
Ella tiene un collar nuevo y yo no tengo bebés, y a veces se me da por querer pelear con los molinos de viento del tiempo.
Hoy caminé llorando por las peatonales repletas de desconocidos.



4 comentarios:

Anónimo dijo...

natural.
llora el alma sola de ver
los horrores donde antes los nombres.
natural.
se te ha caído la cáscara de los ojos
y no te preocupes
mañana te crecerá una nueva.
y dormirás tranquila.

pero podrás aún encontrar en el exceso de cielos rojos el camino hacia la crudeza que nos habita.

Anónimo dijo...

es que nadie se lleva bien con los cambios, nacimos para vivir estructurados. Aun si el cambio sea bueno, ejemplo si en 3 años te casas con un principe azul te lleva a vivir a un castillo, con lagrimas miraras tu casita y diras me voy tantos años aqui y ese cambio será angustiante.

Aki Celtic dijo...

Esto me conmovió, no sabes como!

Gran abrazo litoraleño.

E1000luz dijo...

Si un "insomnio ingobernable" puede generalle esto...Creame si le digo amiga, que la aplaudo de pie...
Me encanto.

Y no se aflija, ya vendran los bebes y no habrá más llantos en peatonales con desconocidos...

BEsos