1.10.09

JUAN CARLOS*

*título sugerido por mi amigo personal, The Border.


Me siento demasiado real. Agotada por el peso de la rutina que tiene la maldita costumbre (claro) de volverme insignificante.

Hablo por mi.

Es como escapar. O intentar hacerlo por el aturdimiento de los sentidos. Como pelearle a la hiperestesia porque en el momento de abrir una rendija, la presión es demasiada (es el llanto, las quejas, los gritos, los golpes, los "quiero que me dejen en paz!"), todo sale escupido, a borbotones, improlijo, sucio.

Ella me dijo que cada vez que caminaba por la misma calle, en los días de invierno, sentía como tenía diez años de nuevo. Me dijo que una mezcla de derrota e incertidumbre le apretaba la garganta. Me dijo que tenia ganas de saltar, llorando como una loca.

Como una loca, recalcó.

Perdimos la oportunidad, me dijo, de volvernos locas y libres y ser parte de dichos en el barrio, de algún murmullo malintencionado y de los compadecimientos de extraños, siempre fétidos e inoportunos.

Cuando no equivocados, acoté.

Maldita realidad.

Que es lo que extrañás de estar enamorada?

Ser única, me dijo, ser todo y abarcar como el universo mismo.

Ahora?

Escapo por puertas traseras. Me encuentro con seres extraños en mis sueños. Miro por las ventanillas. Prefiero los días nublados a los de sol, porque me dan razones para sonreír disimuladamente.

El teatro esta vacío y las butacas no se quejan de los pesos inesperados. Un par de luces iluminan el lugar y me paro, en el medio del escenario, rodeada de un dulcísimo vértigo, que reconozco aún en el silencio, como me envuelve y me empuja.

Caigo.

Afuera me esperará alguien. O será que barreran mis pedazos, los pondrán en una bolsa negra y sin ninguna compasión serán arrojados juntos con otras bolsas, con otras personas rotas.



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