[Madrugada. Cuatro de la mañana, calle céntrica. La mujer camina.]
Los pasos retumban en la calle apenas húmeda, a esta hora, luego de la llovizna histérica. Los pasos retumban y me llenan los oídos con mi propio peso, el roce de mis ropas. Los tacos, bajos, retumban en la vereda desierta de cuerpos, de almas, ni siquiera susurros, quizás el crujir dolorido y viejo de las vidrieras, las miradas de los maniquíes estáticos y elegantes, algunos sonríen y otros posan sin rostro.
Los pasos. Pasos. Pasos.
El suelo se mueve levemente, a veces los carteles demasiado luminosos me obligan a entrecerrar los ojos. Es el mareo que me revuelve el estómago.
El silencio es precioso, tan lleno de nada, inundando. Aunque en la cabeza, adentro, suenan acordes de una canción, de esa que escuché hace unos minutos, antes de darle un beso y abrazarlo. Con una sonrisa que debió decirle que estaba bien y que no había problema en volverme sola por las calles, a la madrugada.
Un auto pasa lejos pero se lo escucha fuerte, nada me distrae de los caños de escape y los motores. Probablemente de quedarme con él unos minutos más no habría soportado callarme.
En esta cuadra hay parejas caminando. Un grupo de chicos. Un par de motos vacilantes ante las luces amarillas de los semáforos que descansan en intermitencias.
Ya no es más como solía ser, mi cabeza y los recuerdos. Quiero recordarlo todo. El olor de la humedad que vuelve a llenar el aire, la mirada del policía que mira distraído y cansado el otro extremo de la calle.
No parece el mismo recorrido. Parece un pasaje extraño. Una caminata sin sentido. No debería llorar mientras hago los últimos metros, si estoy llegando y nada me ha pasado.
En mi cabeza sigue cantando alguien como hace un rato. Hace unos momentos antes de salir, de despedirme de apretarle la mano diciéndole que no se preocupe.
Pasos. Pasos... Pasos que retumban como si le hubiese puesto pedazos de hierro en las plantas. Pero no pesan, son ligeros, son livianos como si estuviese descalza...
Pasos pasos pasos pasos... son menos, debería contarlos hasta llegar a la puerta y decir que estoy a salvo.
Pasos. Pasos...
Cada vez son menos.
Una cuadra y nada más delante de mi, nada más que una puerta y los últimos pasos.
Mi cabeza está llena de recuerdos. No te preocupes. El frasco en tu botiquín. No te preocupes. Otro mareo.
No hay más pasos. Otra vez el silencio. Silencio.
[La mujer cae muerta en la vereda.]
Foto: André Kertész
6 comentarios:
Pri!!!!!
Impresionante amiga!
Sabe que me gusto que se muera no? :P
Pero más que nada me gusto porue me hizo sentir lo terrible del momento.
ESO es lo que hace grande a su relato :)
Lady, yo sabia que matarla era lo indicado!! je, amo matar gente (en mis escritoooooosss obvio) gracias por sus palabras!
besitos
Qué dulce muerte.
petite morte
Como me gusta cuadno escribis asi...
BEsos.-
amaliovilla, dulce y deseada. nada mejor.
angustiado, si ud lo dice :)
em1000luz gracias!
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