26.3.13

CRÓNICA CONSUMISTA


Mi alarma vomitó unos crueles acordes de guitarra eléctrica que me obligan a pensar que quiero morirme para dormir cinco minutos más. Luego hago café en la oscuridad porque el sol no ha pensado en aparecer.

Mi abuela me esperaba sentadita en la galería, paraguas en mano y convencida que no iba a llover. Caminamos por el centro mirando zapatillas y se gastó una fortuna en 3 pares de reebok vintage para sus nietos (ninguno era yo, lamentablemente).

En la vuelta paró en la semillería, emocionada de poder comprar sus especias sin intermediarios que nunca le llevan lo que ella pide. Su preocupación por no tener pimienta negra me pareció legítima y la esperé sentada en banquitos de plástico mientras ojeaba facebook a ver si algún mensaje...

Quiero costeletas de cerdo, me dijo y cruzamos al Mercado del Norte a mezclarnos con la fauna variada de media mañana que come pizza y kipes mientras las sierras chillan cortando huesos.
Es fácil saber quien no pertenece a ese ecosistema, allí donde las bolsitas de plástico o los changos de compras te golpean las rodillas. Un muchacho de zapatillas de lona y camisa a cuadros manga corta se acomodaba los auriculares y observaba alrededor, como quién baja en la estación equivocada. Los carniceros con delantales blancos manchados de grasa y sangre se paran en la puerta de sus negocios, manos en cintura a susurrar piropos a las adolescentes que pasan. Las cabezas de chanchos te miran indiferentes en sus ganchos.

Comentamos que el precio del sábalo está borrado porque es semana santa y son todos unos oportunistas. Tu abuelo se va temprano al banco para conversar, me dice ella y segundos después me grita ¡miralo ahí está!, mientras señala al hombre de pulóver verde agua, regalo de algún cumpleaños, que lo obligan a usar.

Tengo que ir a tocarle el hombro porque no responde a mis gritos al otro lado de la calle. Nos compra costeletas y bifes de corazón. Escucho que está riéndose con el carnicero porque ya debió hacerse amigo y me pregunto por qué no heredé su sociabilidad. O su habilidad para los números.

Nos repartimos bolsas y tomamos el colectivo hacia barrio oeste. Recién noto que mi abuelo usa reeboks también, mirá qué coincidencia.




4 comentarios:

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...

oa! buen post! hace mil que no paso por aqui!
salu2,
Charls.

Mario dijo...

Todo lo relacionado con el consumo me importa mucho debido a que en general tengo un gran impulso por consumir diversas cosas. Cada vez que encuentro una oferta trato de comprarla y por eso me gusta ir buscando en internet lo que consigo. Hace poco pude obtener ofertas en vuelos a Brasil a través deAvantrip