1.8.13

DATES

Es maravilloso cómo funcionan algunas cosas. Por ejemplo, tuve una mala cita meses atrás y ese fue el trampolín para descubrir cosas maravillosas.

Recapitulo: tuve una mala cita. Pésima. Horrible. De esas experiencias que las vemos luego en el tiempo y decimos “cómo hice para caer en esa situación? acaso estoy ciega? sorda? debo dejar el alcohol y las drogas? Cómo ha sido un ser humano capaz de aburrirme tanto en tan poco tiempo?” God only knows.

Hay niveles de horrenditud en las citas. A veces es el contexto el que no ayuda, a veces es la otra persona, a veces es uno mismo.

Recuerdo haber salido con un muchacho relativamente agradable que no dudó en hacerme pagar la mayoría de la cuenta, escudándose en una excusa sexista y espantosa. Ok, lo entendí, de cualquier forma iba a pagar lo que comí, tranquilizate ratón!

A veces el contexto es difícil, sobre todo cuando te explican en la primera cita que su vida se rige por las enseñanzas de una serie de televisión. Cada uno de sus actos son repeticiones de lo que algún guionista (brillante, igual no importa) ha decidido escribir como filosofía. No aguanté mucho, la serie era buena pero ¿en serio? ¿en serio me decís?.

Y por supuesto, a veces es una la que desata el apocalipsis porque no tiene nada mejor que hacer. Muchas de mis peores citas fueron porque internet estaba lento y no podía bajar la película que quería. Uno no va a la guerra si no está dispuesto a matar, de la misma forma, una no va a una cita si no está dispuesta a dejarse mentir un rato.

Lo bueno (que siempre existe) es que una de estas horripilantes situaciones me puso un domingo a la madrugada, con mucho frío, un cigarrillo de ansiedad prendido, caminando por las calles desiertas del microcentro preguntándome CÓMO CARAJOS LLEGUÉ AHÍ.

El resultado fue un debate interno excepcional que me llevó a escribir un bello texto que otro día compartiré.


Como dirían los amantes del new age, reciclar es divertido, todo todo todo se transforma.


26.3.13

CRÓNICA CONSUMISTA


Mi alarma vomitó unos crueles acordes de guitarra eléctrica que me obligan a pensar que quiero morirme para dormir cinco minutos más. Luego hago café en la oscuridad porque el sol no ha pensado en aparecer.

Mi abuela me esperaba sentadita en la galería, paraguas en mano y convencida que no iba a llover. Caminamos por el centro mirando zapatillas y se gastó una fortuna en 3 pares de reebok vintage para sus nietos (ninguno era yo, lamentablemente).

En la vuelta paró en la semillería, emocionada de poder comprar sus especias sin intermediarios que nunca le llevan lo que ella pide. Su preocupación por no tener pimienta negra me pareció legítima y la esperé sentada en banquitos de plástico mientras ojeaba facebook a ver si algún mensaje...

Quiero costeletas de cerdo, me dijo y cruzamos al Mercado del Norte a mezclarnos con la fauna variada de media mañana que come pizza y kipes mientras las sierras chillan cortando huesos.
Es fácil saber quien no pertenece a ese ecosistema, allí donde las bolsitas de plástico o los changos de compras te golpean las rodillas. Un muchacho de zapatillas de lona y camisa a cuadros manga corta se acomodaba los auriculares y observaba alrededor, como quién baja en la estación equivocada. Los carniceros con delantales blancos manchados de grasa y sangre se paran en la puerta de sus negocios, manos en cintura a susurrar piropos a las adolescentes que pasan. Las cabezas de chanchos te miran indiferentes en sus ganchos.

Comentamos que el precio del sábalo está borrado porque es semana santa y son todos unos oportunistas. Tu abuelo se va temprano al banco para conversar, me dice ella y segundos después me grita ¡miralo ahí está!, mientras señala al hombre de pulóver verde agua, regalo de algún cumpleaños, que lo obligan a usar.

Tengo que ir a tocarle el hombro porque no responde a mis gritos al otro lado de la calle. Nos compra costeletas y bifes de corazón. Escucho que está riéndose con el carnicero porque ya debió hacerse amigo y me pregunto por qué no heredé su sociabilidad. O su habilidad para los números.

Nos repartimos bolsas y tomamos el colectivo hacia barrio oeste. Recién noto que mi abuelo usa reeboks también, mirá qué coincidencia.




26.1.13

POR QUÉ MIS SUEGRAS ME ODIABAN

 Parte I

By C.

Estuve conversando con una amiga sobre suegros, suegras y progenitores de pareja en general. Tengo sobre mis espaldas –lo digo sin orgullo, aclaro-, el récord de no haberle caído bien a ningún padre de mis ex parejas.
¿Por qué? Se preguntará algún incauto desconocedor de mis formas.
Analizando muy detalladamente, he aquí un par de razones por las que, seguramente, más de uno habrá querido patearme a la calle.

Number One

Tiendo –por arbitrio del destino- a relacionarme con hombres católicos. O descendiente de madres fuertemente católicas, de las copadas, con vírgenes propias y altares varios, santos favoritos y demás peculiaridades religiosas.
Yo soy atea. Básicamente un demonio evolucionista que larga relajadamente un “jamás me casaré por iglesia” y seguir sonriendo. Entonces puedo leer las caras de esas mujeres bien confesadas ¿qué planes diabólicos tendrá para mi  hijo, cómo es posible? ¿Y qué pensará del Santo Padre?
Y poner cara de circunstancia con cada mención del Vaticano, créanme, no es una forma de ganar el cariño de una suegra.


Number Two

No me gusta la gente. Los padres son gente, ergo, no me gustan los padres. No por una tendencia gratuita a detestar a la raza humana (aunque a veces si), sino por una costumbre arraigada de no confiar en la gente, parezca maravillosa o no.
Entonces, una delicada tirantez en mis modales se notará en mi intercambio social con mis futuros parientes.
Me fascinaría poder decirles: no es algo personal, simplemente no te conozco y podés ser una criatura detestable, no me vas a gustar solo porque participaste en la creación de esta persona que ahora quiero.
Otra vez, no es el mejor discurso para romper el hielo.

Number Three

Las madres suelen poner límites. Las madres suelen creer que la mujercita que elija su crecido bebé tiene que ser una prolongación de ellas mismas. Proyectan, erróneamente, su amparo y cuidado a una perfecta extraña. Pretenden que impongan los mismos límites, que impartan las mismas reglas.
Alerta de carcajada: No creo que una pareja sea un hijo heredado y haya que andar limpiándoles las narices u otros orificios. No creo en poner límites –¿acaso no somos adultos? por las barbas de Odín!-, no creo en albergarlos bajo el ala como una gallinita cuidatodo.
Las buenas intenciones de los padres, la famosa frase yo sé lo qué es mejor para vos, es la mentira más grande después de los Reyes Magos. Ellos pueden no saber que nos hace felices, puede que no sea lo que los hace felices a ellos.  Déjenos tranquilos señora,  encontraremos solitos el camino al País de las Maravillas.


-Por supuesto hay otras razones por las cuales soy un pésimo proyecto de nuera, pero prefiero dejarlo para más adelante. -

9.1.13

THANK YOU FOR ALL THE FISH


Hoy es mi último día de terapia. Último quizás por mucho tiempo debido a las vacaciones, la obra social, mi pobreza, etc. Las excusas siempre vienen de a muchas.
Entonces…


A las 1730 entraré a ese edificio que –dicen- se puede caer en cualquier momento porque es viejísimo. Segundo piso, B. B de bueno, bondad, bello, boludo, bisexual.

Pueden ser todos adjetivos a mi psicólogo, aunque no los merezca (a todos) porque es un hombre como ya no vienen, que me ha llevado por los tumultuosos recorridos de mi subconsciente, puteándome, riéndose, peleándome.

Voy a extrañar esos 40 minutos de vómito mental, (a menudo criticándole en mi cabeza su gusto para los pulóveres), esa silla incómoda y la biografía de Lacan mirándome al lado.

En vísperas de la despedida, consideré buena idea escribir algo conmemorativo, quizás hacerlo costumbre. Una vez ya escribir intrascendencias me ayudó a salir de un pozo y conseguirme muchos problemitas con los cuales estar ocupada. Me gustan los problemas, me mantienen entretenida. Ahora tengo un criterio mucho más refinado para elegirlos así que puede ser un hermoso experimento. Estuve desocupada mucho tiempo y no hay peor castigo para un ser humano que estar con sus propios pensamientos sin tener donde quemarlos.

Gracias D, aunque nunca me leas, como te lo digo siempre, todo esto es tu culpa.